¿Vale la pena certificarme?

     ¿Crees que realmente me hace falta una norma ISO, IFS, Global Gap, EFQM, etc?…. no, no hace falta ninguna norma ISO, ni ninguna otra, para ninguna compañía, pero….

     Cuando empecé en la Consultoría hace 18 años, aparte de estudiar la norma (que lo sigo haciendo), escuchaba con atención a los auditores, a los certificadores, expertos y creía que las empresas necesitaban un sistema de gestión ISO, para la estandarización, correcto funcionamiento y eficacia de la misma. 

    Observaba a los auditores y me planteaba sin dudar que el criterio planteado era incuestionable, hasta que con los años y con los consejos de Manuel Luaces empecé a darme cuenta que escuchando, observando y aprendiendo de la realidad de cada cliente, tenías el sistema de calidad montado. Con el tiempo llegué a la conclusión, que todas las empresas tienen un sistema de gestión, un sistema de gestión acorde a su realidad, a su sector, a la estructura y a la visión del negocio de la propia compañía.

     Un empresario que ha comenzado con un proyecto, con su esfuerzo y sacrificio, creando puestos de trabajo, obteniendo una rentabilidad, capaz de amoldarse a los diferentes movimientos del mercado bajo las condiciones de la insularidad y demás retos, que venga un consultor o auditor, a decirle que le hace falta la norma ISO para tener un sistema de gestión, me parece una auténtica temeridad. Es evidente, que si esa misma empresa sigue operando en el mercado, algo tiene que estar haciendo bien y algún sistema de gestión debe tener, y además le funciona.

     Sí creo que los sistemas de gestión (ISO, IFS, etc…), ayudan a encausar las acciones de la compañía, a aumentar la eficacia y a mejorar, pero siempre depende mucho de su realidad y del momento en el que se decida abordar la certificación. 

     Por ejemplo, llevar a cabo la certificación ISO 9001 durante un cambio generacional de forma “planificada”, puede ser un acierto, puede ayudar a transmitir la experiencia de la generación saliente, de forma eficaz, así como dar tranquilidad al fundador del traspaso de su “legado” y experiencia a la nueva generación entrante.  

     La certificación ISO en momentos de crecimiento o ajustes, o en una nueva etapa de definición de procesos, contexto, riesgos y oportunidades del negocio, ayuda a plantearse mejoras y lo comparo a la segunda lectura de un libro que siempre te termina llevando a conclusiones distintas, o a ese momento en el que escribes una idea que ronda por la cabeza y al verla plasmada fluyen otras nuevas e incluso el como llevarlas a cabo.

     Diferente son las normas IFS, BRC, EFQM,…. las llamadas “normas de excelencia”.  Esas normas que encorsetan a la compañía al cumplimiento de una serie de requisitos, normalmente exigidos por sus clientes, administraciones públicas, etc.., que van orientadas a proporcionar indiscutibles garantías, con lo que sustituiría la denominación coloquial de norma de excelencia, por norma de Garantía.

     Partiendo de la base del concepto normas de Garantía, sí recomiendo estas certificaciones (IFS, BRC, EFQM,…) cuando los clientes solicitan ciertas “Garantías” (y en la compañía hemos sido capaces de definir operativas que aseguren que se realizan de forma continuada y la mejora continua, innovación y lucha por abrirse hueco en el mercado es una apuesta por parte de la empresa.)

     En ese caso, la certificación no va a ser compleja, ya que las posibles inversiones se verán como mejoras (posicionamiento de la compañía, productividad, etc.., ) la estructura documental (a ser posible clara y específica), aportará estabilidad y garantías, y los requisitos de la norma, aportarán un valor añadido y futuro a la empresa, ya que se basaría en la mejora continua.

     Claro que recomendamos certificar en ISO, IFS, BRC, Global Gap, etc…. Sí, claro que sí, pero solo cuando a la empresa le aporte valor añadido o cuando su mercado se lo exija. Tomada la decisión, toca elegir en qué norma certificarnos, qué consultora y qué certificadora. 


     Mi consejo: 

     La consultora: 

-       Que sea capaz de sincronizar / ajustar los requisitos de la norma, con el sistema de gestión de la compañía. 

-     “Que hable nuestro idioma”, de nada me sirve los términos “multi sided”, diagrama de flujo Flowcharts, KPIs, cuadros de mandos, etc…, cuando lo que queremos decir es: varias sedes, diagramas de flujo, cuadro de indicadores y Objetivos (la cuenta de la vieja).  A menudo enmascaramos nuestras carencias o queremos demostrar superioridad y conocimientos, utilizando términos que nos alejan de los clientes y no nos permiten mantener un diálogo claro en el que fluya la información necesaria para aprovechar o aportar la herramienta que mejor les funcione (la más sencilla, la que aporte más información en el menor tiempo posible y la más intuitiva,).

-       Que cuente con experiencia en gran cantidad de empresas de diferente sectores, actividades y dimensiones, ya que esa “mochila” va a ser permeable en la compañía, siempre y cuando el consultor haya sido capaz de aprender de sus clientes, aportará el valor que podamos necesitar. 

-       Humildad: Siempre se aprende mucho de un cliente  

-       Implicación: El problema de mi cliente es mi problema. 

     La certificadora: 

-       Prestigio: El reconocimiento de la certificadora que emita el certificado va a ser nuestro prestigio. Si no lo tuviera, nuestro certificado no va a valer nada. 

-       Experiencia: Auditores con experiencia, capaces de limpiar la paja del trigo, y de identificar su sistema de gestión, el que le funciona realmente y verificar que se encuentra alineado con los requisitos de la norma auditada. Lo normal es que el Auditor aprenda de su empresa y le pueda dar alguna pista de temas que haya visto en otras compañías y quizás le pudiera funcionar. Lo ideal es un auditor que busque el cumplimiento, no el incumplimiento. 

-       Cercanía y claridad: De nada sirve un auditor tipo “inspector”, usted le está abriendo la puerta de su empresa, de su casa, mostrando su esfuerzo, vivencias, estrategia, por lo que debe exigir que tenga la suficiente habilidad y humildad de hacerse entender fácilmente con todos los empleados implicados en la certificación y ayudarles en el “parto” de esa nueva norma, o no se lo recomiendo. 

     Con una buena elección de la consultora y de la certificadora, podemos disfrutar de una experiencia enriquecedora y muy positiva que nos facilite el trabajo, o por el contrario convertirse en una auténtica pesadilla. 

Víctor Luaces Casas .                   

Director de Sistemas de Gestión de Luaces Consultores